En todos los pueblos hay un tonto que baila con la orquesta: Mis etiquetas como azafata de vuelo.
En todos los pueblos hay
un tonto que baila con la orquesta.. no falla. Siempre hay uno que está
en primera fila de la verbera. También dirige el tráfico, escucha la
radio y da conversación a todo el pueblo. Tiene la camiseta del Barça y
la del Madrid; la de la Selección y gracias a su tío que ha regresado de
Düsseldorf para quedarse en el pueblo, la del Fortuna.
Si vives o vas a menudo al pueblo, sabrás de lo que hablo. No hablo en tono despectivo, hablo de un patrón que se repite en todos los municipios.
Entre toda la gente que te rodea, también hay “tontos de pueblo”.Si vives o vas a menudo al pueblo, sabrás de lo que hablo. No hablo en tono despectivo, hablo de un patrón que se repite en todos los municipios.
Es otro patrón que se repite: el del amigo, o el amigo de un amigo, que cree que es simpático y que además se toma la libertad de decir lo que le da la gana porque sus colegas siempre le ríen la gracia. Es el típico bromista capullo que te para los pies cuando él se convierte en objeto de broma.
Al del la orquesta todo el mundo le ríe las gracias, probablemente, por lástima.
Lo que no no sabe el amigo tonto bromista es que la mayor parte de las veces, la gente que le rodea, también ríe sus gracias por vergüenza ajena o por simple compasión.
A lo largo de mi vida me he cruzado con muchos amigos tontosdepueblo y he tenido que aguantar muchas gilipolleces sobre el tema de los prejuicios y la libertad de expresión.
Estas son mis etiquetas
Me subo al avión que me lleva a Lanzarote y veo a dos chicas con camisetas de lycra y espalda al aire. Una tiene un sobrepeso de unos 15 kilos. La otra es obesa. La obesa, además, va en shorts vaqueros y está medio espatarrada en el asiento.
Se han cansado de llevar camisolas y túnicas y ahora visten como les da la real gana, aunque para los que vamos en el avión resulte desagradable que se les salga medio culo lleno de grumos, grasa y celulitis, por debajo del short.
El hecho de que a mi me resulte desagradable ver ciertas cosas, de que lo reconozca y de que yo intente cuidar mi imagen, me ha servido para ganarme la etiqueta de “superficial”.
Siempre me he sentido orgullosa de ser azafata de vuelo. Tengo vocación desde los seis años (lo podréis leer en el libro que voy a publicar) y he vivido durante años para la aviación.
Sin embargo, desde hace un tiempo y según con qué gente me encuentre, me he dado cuenta de que el hecho de decirles que he sido tcp me convierte automáticamente en una especie de trolley-dolly. En una tipa agradable con poco cerebro y sexualmente ansiosa.
Las preguntas siempre incluyen algo sobre pilotos y azafatas, sobre el Mile High Club, sobre los wc del avión…ya sabéis. Vamos, que por ser mujer, monilla y azafata, me gano la etiqueta de “fácil”.
Soy una persona que socializa. Me gusta hablar, me gusta escuchar, me gusta preguntar cosas que creo que me pueden servir para entender mejor cómo piensan otras personas. Puede que sea algo innato, o puede que lo haya desarrollado en el tiempo en el que estuve subida al avión. Me gustaba hablar con mis pasajeros (no con los cabezones) y tratar de solucionar las cosas que me pedían. También tenía la capacidad de zanjar discusiones tontas dando algún tipo de contestación u ofreciendo un punto de vista distinto.
Esa “manía” también me la he bajado a tierra firme, así que en el momento en el que opino algo diferente a lo que opina el resto de las personas que están en la conversación, me convierto en “radical”.
Además, la gente cree que puede decir lo que quiera en cada momento. Nos acogemos a nuestro Derecho Humano de Libertad de Expresión y creemos que podemos soltar lo que queramos en todas partes.
Nada más lejos de la realidad. Tu libertad de expresión se acaba en el momento en el que me faltas al respeto en mi casa, en mi blog, en mi perfil de Twitter o en cualquier cosa que yo pueda administrar. Puedes ser mi amigo, el amigo de mi pareja o incluso mi familia. Puedes ser y decir lo que quieras; puedes colgarme el cartel que quieras, pero después no vengas a mi casa el día de la boda de mi hija para pedirme justicia.
Ostento con orgullo otras muchas medallas de prejuicios y con el tiempo me he dado cuenta que la mayoría de ellas están relacionadas con la aviación o con mis planes de futuro.
Si eres tcp, seguro que sabes de lo que hablo. Si vas a serlo, prepárate para la cantidad de “necoradas” que vas a escuchar.
Las etiquetas forman parte de nuestras vidas. De la de todos nosotros. Así que no le des mayor importancia al cartel que te hayan colgado. Mientras el tonto se mofa de ti, alguien le está colgando a él el cartel de “rey de la orquesta”.
¡Feliz verbena a todos!
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