sábado, 18 de mayo de 2013

Mapas de Colores


Mapas de Colores

13 Septiembre 2007 - 16:16 UTC
Categorías: PaisajesSeguridadSistemas
Ayer, por primera vez, mientras el comandante ponía en práctica un genial plan para hacernos con unos cuantos bocatas del galley delantero, entró en la cabina, en mi oficina, una de esas azafatas a las que no les importa que obvies que son Tripulantes de Cabina de Pasajeros cuando les nombras, una de esas que, siendo sobrecargo, no pretenderá ser la segunda al mando por detrás del comandante, de las que no querrá hacerte creer que sabe más de carga y centrado que tú, una azafata de las pocas que no se ha aprendido de memoria dónde aparece el tiempo de vuelo restante en la MCDU para luego confirmarlo con el comandante y dejarnos boquiabiertos con sus conocimientos. Nueva, por supuesto, pero la primera que me pregunta, cual niña de seis años, que si realmente conozco para qué sirven todos y cada uno de los botones que hay en la cabina. Una azafata a la que no le importa alegrar las mañanas pidiéndote que “pongas el agua”, en vez del APU Bleed.
A los niños, cuando pasan por la cabina, siempre les decimos que lo que hay en el centro es el acelerador y que los joysticks de los lados son como los de la consola. El resto son las luces, los intermitentes, el aire acondicionado y la palanca para bajar las ruedas. Curioso es que algunos no mientan mucho cuando lo dicen, los hay que tardan cinco minutos en encontrar la bomba eléctrica del sistema hidráulico amarillo y otros que no sabían que existía un botón para cambiar el no sé qué de una tal AC Essential Bus. Hace tiempo, por cierto, que no me cruzo con un crack de esos, quedaron todos en tierras otomanas, afortunadamente.
Aunque algunos piensen que las azafatas son como niños, yo siempre he preferido mantenerme apartado de toda polémica. Después de mucha terapia creo que he llegado a aceptar que sólo es algo que le ocurre a algunas, pocas, sobrecargos. Las hay que siguen viviendo en los años 60, que entran en cabina con aires de piloto de Top Gun. Todo un espectáculo, cualquiera se atreve a insinuar que habrá turbulencias en unos minutos, que nos encontramos sobrevolando París o que quizá nos aguarde alguna vuelta de más en Ockham (una de las esperas de Heathrow), ellas ya lo saben, lo saben desde que pusieron tu comida a calentar.
Nosotros queremos revancha, somos pilotos, nadie en el avión debería poder chulear más que nosotros, estamos hechos para eso, para chulear y para volar. También somos respetuosos con nuestras compañeras, que nunca llegarán a escuchar cómo se debe preparar el pollo (aunque reciban alguna recomendación en cuanto al café, que no pasarán de ser simples apuntes, recomendaciones, truquillos).
Coincidiendo con un par de A320 nuevos que se acaban de incorporar a la flota, hemos decidido, por tanto, que la cabina deberá estar libre de sobrecargos en todo momento; sólo aceptaremos a azafatas dispuestas a fingir lo impresionadas que les dejan las visitas a nuestra oficina y a niños (pobres, que no pueden disimularlo).
El principal culpable es un nuevo juguete que tenemos instalado, algo conque mantenernos entretenidos durante el crucero, que le da color a la cabina y que hace que pasar las horas mirando a las pantallas no se haga tan duro como de costumbre. Algo que nos gusta tanto que no queremos compartirlo demasiado, que sólo mostramos a aquellos que realmente se interesan por nuestro trabajo y que nos permite hacer mucho más amenas las visitas a la cabina a la vez que mejoramos la seguridad del vuelo sustancialmente. Porque, claro, ella sigue siendo la que manda.
Una correcta separación con el terreno y una buena orientación espacial son dos componentes indispensables de cualquier vuelo. Su importancia se acrecienta, lógicamente, a medida que nuestra altitud se reduce, hecho que hasta ahora sólo nos permitía disfrutar de los paisajes virtuales que nos regala cierto sistema del avión cuando estábamos a baja altitud (aunque fuese cuando más concentrados debiésemos estar, de acuerdo). El sistema, el EGPWS (Enhanced Ground Proximity Warning System) está ahí para alertarnos acerca de nuestra proximidad con el terreno en determinadas circunstancias o, incluso, acerca de ciertas maniobras que no deberíamos realizar (perder altitud inmediatamente tras un despegue) o situaciones en las que no deberíamos encontrarnos (por ejemplo, haber permitido que el avión descienda por debajo de cierta altitud, en configuración de aterrizaje pero con el tren aún arriba).
Las diferentes protecciones se conocen como “modos”, siendo quizá los dos primeros (el 1 y 2) los más conocidos, ya que incluyen las famosas voces “Sink Rate”, “Terrain” y “Pull Up” que cualquier buen aerotranstornado lleva en su móvil como melodía.
Una imagen para explicar uno de esos modos de un vistazo.
Modos EGPWS
Otra, para aquellos que tengan curiosidad por conocer, de forma aproximada, cuáles son los márgenes.
Modos EGPWS
En sus inicios, el sistema, conocido por GPWS, se basaba casi exclusivamente en las lecturas de altitud (barométrica y de radioaltímetro), velocidad y velocidad vertical para intentar predecir cualquier riesgo relacionado con la altitud relativa y proximidad del terreno circundante. A lo largo de los años ha sido mejorado gracias a la incorporación de bases de datos con las elevaciones del terreno en continentes enteros, de forma que también se contase con un mapa virtual que le hiciese conocer en todo momento la posición del avión con respecto a cualquier riesgo potencial. El sistema va por delante del avión, por así decirlo, pudiendo predecir con mucha más antelación cualquier tipo de conflicto, aumentando la anticipación con la que se da la alarma (todo sin contar con referencias externas, sino sencillamente con el terreno de la base de datos y elementos como posición, FPA, track y velocidad relativa al terreno).
Con ese nuevo GPWS, el EGPWS, era hasta ahora posible ver el mapa del terreno que, encontrándose a un nivel, altitud, superior, igual o levemente inferior al del avión, pudiese suponer un riesgo para éste. Ver este mapa no era otra cosa que ver regiones amarillas o rojas en la pantalla de navegación del avión, algo parecido a la presentación del radar meteorológico. Se activaba bien al pulsar el botón TERR (que activa la representación manual del terreno en la pantalla de navegación y la sustituye por la información del radar en caso de que éste estuviese activado), bien de forma automática cuando se activaba algún modo del EGPWS.
El código de colores, con el verde presente en pocas ocasiones, se basa en este gráfico (aunque depende del modelo y tipo de presentación).
Modos EGPWS
Las imágenes eran, por tanto, sosas, faltas de cualquier tipo de ayuda para mejorar la orientación espacial. Esto era, por ejemplo, lo que nos mostraba el mapa estando estacionados en London Heathrow, con rumbo sur. La presentación es, de hecho, del nuevo EGPWS, aunque el resultado (seleccionando un rango de tan pocas millas) es parecido a lo que se puede ver con versiones antiguas.
EGPWS - London Heathrow
No todo era tan malo estéticamente, aunque lo poco que tenía de bueno era de poco uso, o provecho, operacional. Podíamos disfrutar, por ejemplo, con muestras de terreno más que obvias, como el caso del Teide en Tenerife, orientados al norte en la plataforma del Aeropuerto de Tenerife Sur. Rojo, no pasar, sobrevolar el Teide a 100 pies de altitud no es buena idea.
EGPWS - Teide (Tenerife)
Aún se podía mejorar, sobretodo en ciertas regiones en las que el terreno ayudaba de forma especial. Ya no se trata de algo exagerado como el caso anterior, sino de una imagen que (incluso y especialmente con el rango de la pantalla puesto a 10 millas) da una idea muy buena del terreno que tenemos en las cercanías. Casi tan perfecto como para poder dibujarlo, si bien es cierto que al levantar el vuelo las zonas amarillas desaparecerían y las rojas pasarían a ser amarillas, volviendo a perder todo su atractivo y toda clase de orientación especial (si sólo mirásemos ahí, claro está).
Esta imagen, por ejemplo, la tomé en el Aeropuerto de Niza.
EGPWS - Niza
Como se puede comprobar en el siguiente vídeo que hice ese mismo día, tras despegar por la pista 04R y dar un rodeo al aeropuerto ascendiendo sobre el mar, los alrededores se parecen bastante a lo que teníamos dibujado minutos antes en la pantalla. La carta que se muestra en el vídeo, por cierto, no es la de la salida instrumental, sino la de la aproximación que habíamos realizado anteriormente (la cambié para el vídeo, no es que sea tonto).

Si no puedes ver el vídeo, aquí tienes el enlace al original.
Más millas suponen mejor imagen. En Niza, una gran distancia supondría ver todo rojo a partir de la décima milla, pero hay otros aeropuertos en los que, con el rumbo adecuado, un mayor rango supone aún mayor mejora. Aunque no sea común, recomendable o útil despegar con la pantalla de navegación en un rango tan alto, al menos uno puede soñar con estar tirado en la playa, en cualquiera de las cientos de ellas que deben aparecer en la imagen, en vez de estar preparando la cabina para un nuevo vuelo. En Alicante, con toda la costa y las Baleares a la vista.
EGPWS - Alicante
La nueva actualización de nuestro juguete mejora todo aún más (a pesar de sólo ser una sencilla actualización del EGPWS, que mantiene su nombre). Aparte de contar con las altitudes que nos puedan afectar recuadradas en la esquina inferior derecha de la pantalla, también se muestra de color verde todo aquello que está por debajo nuestra, incluyendo el mar, de color azul. En distancias cortas se obtiene un incremento tremendo de la orientación espacial a través de la pantalla de navegación (se pueden distinguir valles y zonas de costa con una gran facilidad), mientras que en grandes distancias se obtienen imágenes realmente impresionantes. Ahora yendo en crucero no tenemos una pantalla negra si activamos la función de visualización del terreno, sino que la pantalla se nos llenará con zonas verdes y azules (que, además, siempre nos pueden ser útiles a la hora de planificar un descenso sobre terreno montañoso o cualquier desvío sobre el mar).
Ahora un pasajero, una azafata o nosotros mismos nos deleitamos pudiendo visualizar una isla entera como Irlanda, de forma clarísima, minutos antes del descenso. Ya no explicamos lo que significan la sucesión de puntos en la pantalla, cuál pertenece a qué país o por qué zonas pasaremos; ahora se ve todo mucho más claro con sólo apretar una tecla.
Esto es lo que las sobrecargos se quedan sin ver, lo que sólo mostramos, orgullosos, a cualquier curioso que quiera pasarse por la cabina tras un vuelo o a cualquier compañera normal, simpática, sin más aires de superioridad que nosotros (que, uf, ya es llegar lejos).
En la siguiente foto, con la nueva actualización del EGPWS, se aprecia toda la isla de Irlanda y parte de Gran Bretaña (Escocia), además de nuestro aeropuerto de destino (Shannon). La diferencia es notable.
EGPWS - Irlanda
Minutos antes, al iniciar el vuelo desde Heathrow, las vistas no dejaban de ser espectaculares. En la siguiente imagen estamos estacionados con rumbo sur, de forma que se pueden ver Inglaterra y Francia, ambas invertidas. Aún con tan poca resolución, zonas del Canal de la Mancha como Calais, Dover o Cherbourg se pueden apreciar muy bien. Un poco más al oeste, Brest en Francia y Land’s End en Inglaterra también son visibles.
EGPWS - Francia y Gran Bretaña
La última prueba de lo que escribo la pude grabar en el siguiente vídeo. Desde cero, en crucero, lo primero que hago es activar la función de visualización del terreno para posteriormente cambiar la distancia mostrada en la pantalla de navegación. En un vuelo desde Shannon a Heathrow, lo que se puede ver es parte de Gales, las cercanías de Cardiff, mientras avanzamos en un rumbo fijado por el controlador para separarnos de otros tráficos. Minutos después nos esperarían varias vueltas en la espera de Ockham, que ya se puede intuir preparada en la pantalla. Aunque no sea tan exacto, lo que se ve fuera del avión parece mantener bastante relación con lo que se nos indica dentro.

Si no puedes ver el vídeo, aquí tienes el enlace al original.
Aunque no era mi intención explicar con todo detalle el funcionamiento del EGPWS, sí me parece que a veces es gracioso ver cómo algunos sistemas nos dejan ciertas sorpresas, curiosidades, con las que entretenernos en vuelo y que poder mostrar a cualquiera que pase por la cabina, evitando la manía de muchos de mirar con cara de asombro, siempre ignorando y sin poder descifrar para qué sirve nada de todo lo que ven a su alrededor. No hace falta indicar, obviamente, la gran mejora que proporciona el sistema a la seguridad del vuelo, sobretodo en condiciones instrumentales y/o de vuelo nocturno en las que, tras un despiste, se agradece el hecho de no sólo tener una voz diciendo “Terrain, Terrain”, sino un mapa con todo lujo de detalles delante de uno.
No se nos puede olvidar que una de las muchas cosas que pueden ir “mal” en un vuelo es que, por algún fallo o despiste, se active algún modo y alerta del EGPWS. Aunque no nos hayamos metido en un lío, aunque sea una alarma demasiado preventiva (ocurre a veces con descensos pronunciados en terreno montañoso) el sistema se chivará y tendremos que dar explicaciones. No todo podía ser perfecto.

Si no puedes ver el vídeo, aquí tienes el enlace al original.

Uno de esos días


Uno de esos días

28 Mayo 2007 - 3:18 UTC
Categorías: A320MantenimientoSistemasVuelos
Un mal día, uno de esos días, se suele poder predecir nada más poner un pie fuera de la cama. Suponiendo que no lo hagas a las cuatro de la mañana, en cuyo caso empiezas ya demasiado descuadrado, basta con analizar un poco los vuelos de días atrás, echar un vistazo a la programación para comprobar con qué comandante te toca lidiar, el avión en el que lo harás y el destino, para poder hacerte una idea bastante buena de cómo discurrirán las próximas horas. Suelen decir que una de las cosas bonitas que tiene la aviación es que cada día es completamente diferente al anterior, siempre algo nuevo, nuevas sorpresas, nuevas meteduras de pata y miles de formas diferentes de romper el hielo con una persona que no volverás a ver, si acaso, hasta pasados unos meses. Todo eso y mucho más era lo que podía esperar de un día como el de ayer, volando por primera vez con una señora, señorita, “llámame señorita” Comandante y con la pretensión de posar un A321 en Alicante por primera vez en mi vida.
El día empieza a tomar forma a eso de las dos de la tarde, nada más dejar el coche en el parking, pegar una buena carrera bajo la lluvia hasta la terminal (diez minutos, nada más nada menos) y cruzarme con un compañero en la entrada de Operaciones. Como a cualquiera que empiece a volar a las cinco de la mañana, se le ve con bastantes ganas de salir del maldito aeropuerto y llegar a casa. Me cuenta que acaba de llegar de Roma y, tras decirle que me llevo su avión para Alicante, me comenta que tenga cuidado, que el baño trasero está a punto de explotar. Interesante.
Veinte minutos en Operaciones deberían bastar, si consigues no despistarte (o que no te despisten), para dar un repaso a la meteorología, estudiar los NOTAM, consultar los defectos del avión (equipos inoperativos, diferidos o cualquier otro problema que pueda afectar a la aeronavegabilidad), algún posible slot, pasajeros especiales (sillas de ruedas, deportados, personas que necesiten oxígeno) y para ganar algo de tiempo calculando las performances de despegue mientras sigues esperando a que llegue el comandante, que siempre se retrasará a pesar de ser el que más cerca de Operaciones tiene su sitio para aparcar.
El hecho de que se trate de una señorita comandante facilita algo las cosas durante la espera. Esta vez no tienes que preguntarte una y otra vez si el que acaba de entrar por la puerta será el que te toca hoy (mientras miras el reloj para ver qué tal se ha portado). Hoy está claro que, a treinta minutos de la hora de calzos, no hay ni una sola mujer en todo Operaciones.
Por una de las ventanas se ve el avión aparcado a lo lejos, con el camión de combustible esperando a que alguien le confirme si necesitáis algunos kilos más, las TCP subiendo por las escaleras y algún que otro coche de mantenimiento de un lado para otro. Al menos aún no han empezado a embarcar, aunque lo harán pronto, estés donde estés.
Justo cuando se me pasa por la cabeza llamar a Control de Tripulaciones para que me digan si me dejan volar el A321 hoy a mi sólo o si prefieren llamar a alguien para que me haga compañía, suena el teléfono en Operaciones, la comandante. Resulta que aún está aparcando, tiene delito. Me pregunta por la meteo en Alicante, el combustible del plan de vuelo y los NOTAM. Le acabo dando todo el briefing por teléfono, desde el parking (escáner en el control de seguridad incluido) hasta que le veo entrando por la puerta de Operaciones a toda prisa, fichando y buscándome.
Revisamos brevemente las performances, las cartas y nos vamos para el avión. A pesar de tener que sortear a cientos de pasajeros, literalmente, nos recorremos el aeropuerto de lado a lado en apenas cinco minutos. Se agradece que aparte de enseñarnos a aterrizar también nos expliquen cómo sortear a docenas de personas buscando sus vuelos en las pantallas o cómo no caer en la trampa de atajar a través de un duty free, por necesario que parezca. Llegamos a la puerta de embarque tan solo a diez minutos de la hora de salida, pensando en preparar el avión lo más rápido posible para no empezar el día retrasando un vuelo. Para nuestra sorpresa vemos aún a todos los pasajeros esperando a que comience el embarque, mirándose los unos a los otros con cara de situación. Algo no debe ir bien.
Hablar español tiene a veces sus ventajas en el extranjero. Una de ellas es que los pasajeros suelen sorprenderse y agradecer que un piloto les de el anuncio en su propio idioma a pesar de volar en una compañía extranjera. Otra, más divertida, es que te enteras de todos los comentarios hirientes, dirigidos a ti, que hacen cuando apareces por la puerta de embarque a tan sólo diez minutos de la salida de un vuelo, a sabiendas de que van tarde, mientras tú miras al frente como si no entendieses una sola palabra. Pero aún mejor, si cabe, es la cara de alguna alicantina cuando te vuelves bruscamente al pasar por su lado y le miras tras algún comentario desafortunado por su parte. Si logras evitar abrir la boca con el típico “señora, se está usted equivocando, lo que ocurre es que…” y luego eres capaz de volver a recriminárselo mirándola desde la cabina mientras espera a embarcar, guardando cola en el finger, puedes pasar un buen rato.
Realmente preparar un avión en diez o quince minutos no es algo difícil, aunque sí era lo único que estaba en nuestra mano. El embarque, en nuestra base, es responsabilidad de la sobrecargo y el coordinador. Al bajar al avión nos encontramos con todas las TCP reunidas en el galley delantero y varios mecánicos al fondo del pasillo, tapándose la cara con sus chalecos amarillos. Antes de darnos las buenas tardes, nos comentan que en uno de los servicios traseros hay una buena liada, una situación de emergencia, algo que no nos gustaría ver. Una comandante que se imagina lo que se avecina y un copiloto curioso, con la cámara de fotos preparada, no pueden hacer otra cosa que ignorar a la sobrecargo y correr pasillo abajo para ver qué sucede, un servicio inundado no es algo que se vea todos los días. Llegar a la mitad del pasillo, apenas veinte metros, nos basta para percibir un olor algo extraño, pararnos en seco y plantearnos si realmente queremos seguir adelante. No sólo huele a alcantarilla, sino a cosas mucho peores. La comandante responsable se convierte en una señorita con escrúpulos y el copiloto curioso decide que, realmente, aprovechando que nadie parece necesitarle, quizá sea mejor ir haciendo la revisión exterior.
Uno de los mecánicos se vuelve y viene hacia nosotros. Nos comenta que el avión puede volar, pero que un pasajero del vuelo anterior lo pasó bastante mal (sin más detalles) y acabó destrozando el servicio, atascando todo lo atascable. Nos comenta que les puede llevar bastante tiempo solucionar el problema y limpiar el destrozo, por lo que han avisado al coordinador para que nos intente buscar otro avión. La comandante pregunta por la posibilidad de bloquear y precintar el servicio, sin caer en la cuenta de que es precisamente en ellos donde se encuentran los ventiladores que extraen el aire de cabina, existiendo la posibilidad de esparcir el olor más aún (eso sin hablar de lo mucho que ayudarían una temperatura de 23 grados y un vuelo de varias horas de duración).
A alguna TCP se le dibuja la cara de “hoy toca día libre” tras veinte minutos sin nuevas noticias, tiempo que otros ya hemos aprovechado para programarnos la tarde entera. Pobres pasajeros que miran descaradamente desde los cristales de la terminal, sin saber muy bien lo que ocurre, intentando descifrar la conversación acerca de la final de la UEFA que mantenemos la comandante y yo.
Finalmente nos llaman desde Operaciones para avisarnos de que en cinco minutos tenemos otro A321 esperando, nuevamente, en la otra punta del aeropuerto. Yo me adelanto y salgo corriendo antes de que la marea de pasajeros, doscientos, se entere de cuál es la nueva puerta de embarque, la comandante se queda un rato para asegurarse de que no se deja página del periódico por leer y despedirse de los mecánicos. Nada más entrar en la terminal vuelvo a buscar a la mujer del comentario desafortunado, aunque ahora soy yo quien se siente atacado, mirado por todos los pasajeros con caras de incredulidad. Que te cambien un avión parece algo bastante más serio, seguramente no tardarían mucho en aparecer los comentarios fatalistas acerca del avión estropeado en el que casi les hacemos volar, vaya suspense.
El nuevo avión llega directamente del hangar, de mantenimiento. Parece estar en mejores condiciones, tan sólo una luz de rodaje algo rota, un testigo de frenos desaparecido y un pequeño golpe en una de las puertas traseras (justo donde apoyan la escaleras, menuda casualidad). Ni rastro de los gear pins, importante. Volvemos a repostar, esta vez durante el embarque y con un camión de bomberos parado a nuestro lado, no sea que explotemos. El hecho de que la sobrecargo salude a los pasajeros tapando la entrada de la cabina da seguridad en estos casos, se puede notar la tensión en el ambiente. Todo listo y haciendo retroceso con casi una hora de retraso. Los primeros pasajeros del vuelo de vuelta estarán ya facturando y nosotros siquiera nos hemos ido al aire, menuda sorpresa cuando se enteren, aunque nada peor que lo nuestro, que antes de salir ya sabemos que llegaremos tarde a casa.
El vuelo transcurre con total normalidad, la comandante elige volar el primer tramo. Durante el crucero me pone al tanto de la despedida de soltera de una amiga que tuvo el otro día (hasta Mallorca que se fueron, nada menos), de cómo les va a sus hijos en el colegio y me pregunta lo primero que se le ocurre sobre mi vida. Con eso, con un periódico y el especial del domingo, nos metemos en pleno descenso antes de que hayamos tenido tiempo para aburrirnos.
En mi compañía el control aéreo en España no está muy bien visto, muy comparado con el italiano y francés, nada que ver con lo impactante que resulta operar desde Heathrow, Frankfurt o Amsterdam. Una pena, sobretodo después de que otra de mis pasiones sea ésa y que incluso tenga en mente probar suerte en alguna convocatoria, quizá en unos años. Precisamente hace días encontré un post muy interesante en el foro de Lima Eco, como respuesta a ciertas quejas que surgieron en PPRuNe, con respecto al control de Barcelona, hace algunos meses.
En Alicante esperábamos el ILS-Zulu a la pista 10. Un arco DME desde Vilna hasta el localizador, con un descenso relativamente sencillo y cómodo entre terreno montañoso.
LEAL ILS-Zulu RWY 10
Para nuestro error, afortunadamente, nada más pasar con aproximación nos dicen que esperemos vectores y que mantengamos velocidad alta en lo posible, que somos número uno. A un pobre Easyjet que iba detrás nuestra, como número dos, le piden que reduzca a 210 nudos de indicada, aún estando por encima de FL200, explicándole que Alicante (torre, suponemos) requiere una separación mínima de 10 millas entre tráficos (ese día y en ese momento, también suponemos). A nosotros bajar a 340 nudos no nos viene nada mal, sobretodo teniendo en cuenta las millas que nos acaban de desaparecer del procedimiento, por lo que ni por un momento dudamos en ayudar. Algún día me gustaría levantarme e irme junto a los pasajeros para ver cómo se viven esos segundos iniciales a 6000 pies por minuto desde la última fila, debe ser divertido o letal, según qué tipo de persona seas.
Nos autorizan a descender hasta 3000 pies, reducimos a 250 nudos pasando por 6000 y posteriormente hasta 220 nudos a unas 10 millas del localizador. Conforme nos acercamos a éste, la comandante está cada vez más tentada de sacar Flaps 1 y continuar reduciendo a 190 nudos, aunque con el Easyjet sufriendo detrás nuestro prefiere esperar hasta que nos den el viraje a final (una muy larga final). Para nuestra sorpresa, la frecuencia de aproximación permanece en completo silencio cuando nos acercamos a tan sólo 3 millas del localizador, con rumbo sur y sin ningún tipo de autorización para interceptar (ni siquiera con un ángulo menor a 70 grados y preguntándonos si deberíamos hacerlo si el controlador no nos lo dice, como en otros aeropuertos). Cruzando el localizador selectamos finalmente Flaps 1 y avisamos a Alicante de lo que ocurre, el controlador se disculpa y nos da un rumbo de interceptación 120 grados, que aún nos sigue alejando del localizador. La comandante pone cara de situación y decido volver a llamar a Alicante para decirles que, si no les importa, seguiremos virando a la izquierda unos 40 grados más para poder interceptar.
Acabamos aterrizando con el Easyjet pegado a tan solo 2.5 millas por detrás nuestra, como en una de esas aproximaciones típicas en Heathrow en las que no sabes si tendrás que frustar o no hasta el último momento (con la diferencia de que esta vez, en vez de cientos, éramos tan sólo un par de aviones). Desde el aterrizaje relajado que habíamos previsto en el briefing pasamos a uno muy diferente, con una frenada muy dura para salirnos de la pista cuanto antes. Típicas anécdotas, como en cualquier otro vuelo, que nos darán algo más de lo que hablar en el trayecto de vuelta. Algo así es prácticamente imposible que llegase a ocurrir en países como Alemania o Inglaterra, pero el hecho de que en España ocurra tan de vez en cuando te deja algunas veces sin argumentos para defender a tus controladores.
Llegamos al parking, apagamos los motores, cinturones, bombas de combustible, transponder, TCAS, chequeamos los inerciales y la comandante saca un peine y algo de maquillaje del bolso mientras leo la lista de chequeo, dudando si reír o llorar. Está claro que no es la primera vez que lo hace, se nota que a lo largo de los años ha mejorado mucho la técnica, tanto como para parecer otra persona antes siquiera de que al coordinador le haya dado tiempo a subir corriendo por las escaleras.
Hacemos una escala rápida, unos cuarenta minutos. Mientras la comandante se relaja tomando café con las azafatas en los asientos centrales del avión, yo me encargo de hacer la revisión exterior, repostar, rellenar el libro técnico del avión, calcular las performances de despegue y finalmente de cargar el plan de vuelo, ya con la mitad del pasaje a bordo y a falta de dar el briefing y copiar la autorización. Bastante entretenido, sin siquiera tiempo para comentar la tarde tan lluviosa de hoy en Alicante con uno de los compañeros que nos cargan el avión.
Comprobamos las velocidades después de recibir la hoja de carga, cierran las bodegas y la sobrecargo nos informa de que la cabina está asegurada (con algún pasajero quejándose del retraso, todo normal). La comandante me lee la lista de chequeo y arranco ambos motores mientras hacemos el pushback desde el parking 21, esperando la pista 10 nuevamente para despegar. Leemos otra de las listas, probamos los controles de vuelo, configuramos el avión para el despegue y esperamos a que el coordinador nos haga una señal desde el lado derecho del avión confirmando que todo está asegurado. Llamamos a la torre y nos autorizan a rodar al punto de espera de la pista 10 vía Charlie, Bravo y Alpha.
Rodaje Alicante
Enciendo la luz de taxi, chequeamos que el área que rodea al avión está libre de obstáculos y quito el freno de estacionamiento. Habiendo hecho el retroceso hasta la altura del parking 23, aproximadamente, lo primero será hacer un viraje de 90 grados hacia la izquierda para meternos en Charlie. Avanzo unos metros, chequeo los frenos y empiezo a girar lentamente el volante de la dirección de la rueda de morro. Para mi sorpresa, el avión continúa recto, sin inmutarse. Giro aún más el volante, llevándolo hasta lo que debería corresponder con una deflexión de 70 grados de la rueda, a la vez que freno levemente y compruebo que el Nose Wheel Steering (la dirección de la rueda de morro) está activado. El avión apenas gira levemente a la izquierda y la comandante empieza a preocuparse, me echa una mirada asesina y me dice que gire, que me paso Charlie. Yo aún puedo ver al coordinador alejarse del avión con el pin se seguridad en la mano y compruebo que efectivamente no tenemos ningún mensaje en el ECAM que indique que el seguro se haya quedado en la posición incorrecta. No entiendo nada. El avión sigue sin girar, nos pasamos la línea amarilla y pego un frenazo para evitar seguir avanzando hacia el parking 16, donde se encuentra aparcado un A320 de Aer Lingus. Apenas han transcurrido 10 segundos desde que empezásemos a rodar.
La comandante me mira con cara de incredulidad y me pregunta que qué me pasa, que si no he entendido que tengo que girar a la izquierda, todo de malos modos. Le comento que el avión no gira y decide intentarlo ella con su volante, consiguiendo únicamente llevar el avión unos cuantos metros más hacia delante y dejarnos prácticamente sin salida delante del avión de Aer Lingus. Nos miramos con cara de situación, chequeamos en voz alta que todo está donde debería, volvemos a repasar la lista de chequeo y, de repente, una luz amarilla, Master Caution. En el ECAM se puede leer WHEEL N/W STRG FAULT, fallo de la dirección de la rueda de morro.
WHEEL N/W STRG FAULT
Volvemos a poner el freno de estacionamiento y avisamos a la torre de que necesitamos un par de minutos. El manual del avión no nos da demasiadas pistas, así que nos vamos a la MEL (que, aunque se supone que no hay por qué usar después de poner en marcha, siempre es una buena referencia ante cualquier problema).
La torre nos llama para ver si podemos movernos, ya que necesita Charlie para un avión que acaba de aterrizar. Le decimos que no nos es imposible, que tenemos un problema con la dirección de la rueda de morro y que necesitamos algunos minutos para solucionarlo. La controladora insiste, nos pregunta si podemos apartarnos aunque sea unos metros. Volvemos a decirle que nos es imposible y que por favor espere.
WHEEL N/W STRG FAULT - MMEL
Según la MEL podemos operar el avión si contamos con una pista de despegue con una anchura de 45 metros o superior, no contaminada y con un viento inferior a 20 nudos. A pesar de comprobar que Alicante reúne dichos requisitos, la comandante decide preguntar a la torre por la anchura de la pista. Para nuestra sorpresa, la controladora nos dice que esperemos y tarda algo más de cinco minutos en volvernos a llamar para informarnos acerca de la longitud. Cuando le decimos que lo que queremos saber es la anchura, además de dejar algo en evidencia su inglés, tarda otros cinco minutos en volvernos a llamar con la información. Curioso, no me lo esperaba.
Entretanto el señalero, viéndonos parados en medio de la plataforma, llama a la torre para preguntar acerca de nuestra situación. En perfecto español oigo que “no saben qué leches nos pasa, que les hemos dicho que eran dos minutos y que ya llevamos diez, que parece que no nos damos cuenta de que estamos bloqueando el rodaje“. A pesar de que eso último sería discutible, me chivo a la comandante y nos damos prisa para ponernos a rodar. Ella decide tomar los mandos, tendremos que rodar únicamente usando los pedales (que no moverán la rueda, sólo deflectarán el timón) y potencia diferencial.
Solicitamos continuar rectos unos metros para entrar a Alpha a través de Bravo, quitamos el freno de estacionamiento y empezamos a rodar. Conseguimos evitar al Aer Lingus y centrarnos con la línea amarilla, aunque pronto empezamos a coserla haciendo un zig zag tan pronunciado que la sobrecargo nos llama para preguntar si todo va bien. Parece que rodar sin dirección de la rueda de morro es mucho más difícil de lo que parecía. El viraje de 90 grados a la izquierda para entrar en Bravo deja claro que somos un A321 sin control, sin radio de giro suficiente, lo que nos hace pasarnos nuevamente la línea amarilla e invadir el parking 6C, completamente libre, complicándonos sobremanera el siguiente viraje a la derecha para meternos en Bravo. Ante el temor de quedarnos bloqueados al intentar hacer un giro de más de 90 grados, la comandante decide tomar prestado parte del parking 8 para abrirnos lo suficiente como para entrar en la calle de rodaje con algo de margen. Finalmente, poniendo en peligro tres o cuatro luces de rodaje (que en mi opinión llegan a pasar por debajo del motor izquierdo), conseguimos mantener la línea amarilla en Bravo y llegar a uno de los dos puntos de espera de la cabecera de la pista 10. Pedimos a la torre otro par de minutos para hacer una última comprobación y vemos cómo un Lufthansa nos rebasa en el punto de espera tras ser autorizado a despegar y cómo, desde la cabina, sus pilotos nos hacen un gesto aludiendo claramente a nuestro particular rodaje, lo han visto todo, qué vergüenza.
Detrás de la última comprobación que hemos puesto como excusa barata a la torre, no pretendemos sino coger el teléfono móvil para llamar a Operaciones y comentarles lo que sucede (sería interesante que tengan en mente que el avión puede no estar en condiciones de volver a salir una vez que lleguemos a nuestra base). Hecho esto, hacemos otra llamada a Mantenimiento para que nos confirmen que efectivamente no estamos locos, que no hemos interpretado mal la avería, que no hay otra cosa que podamos hacer y que podemos irnos al aire de una vez. Así lo hacen y así lo hacemos.
A pesar de nuestra previsión de que durante la carrera de despegue la controlabilidad mejore tan pronto como tengamos algo de aire incidiendo sobre las superficies de mando, no ocurre así, parece que algo más se nos escapa. Conforme ganamos velocidad puedo notar cómo la comandante se ve forzada a meter pie derecho, cada vez más, hasta que pasando por 120 nudos la deflexión del timón es completa y continuada (algo que sólo se llega a ver en despegues con un viento cruzado fuera de los límites operativos del avión). Nos miramos durante un instante con cara de situación, sabemos que abortar un despegue a dicha velocidad puede no estar justificado de acuerdo a nuestra avería, pero nunca llegamos a pensar que fuésemos a tener un control tan limitado sobre el avión.
Nos vamos al aire y subo la palanca del tren de aterrizaje, el avión no se inmuta. Siempre notas algo, una ligera vibración, un leve sonido, esta vez nada. Echo un rápido vistazo a través de los sistemas y compruebo que tenemos todo el tren de aterrizaje abajo, sin moverse, ni siquiera se han abierto las puertas. Tras comprobar que efectivamente he movido la palanca a la posición correcta, aviso a la comandante de lo que ocurre y ésta activa el piloto automático. Decidimos intentarlo otra vez. Bajo la palanca del tren de aterrizaje, la subo y de repente todo parece arreglarse, el tren sube. No puede haber sido una coincidencia. Un problema con la dirección de la rueda de morro y otro al subir el tren deben estar conectados por algo que desconocemos, lo cual nos lleva a no saber qué ocurre.
Sin pensarlo dos veces, la comandante sugiere de repente que volvamos a Alicante, no se fía, no quiere cruzarse media Europa para que el tren de aterrizaje se niegue a salir al llegar a casa, con tan sólo 3 toneladas de combustible a bordo y apenas 30 minutos para preparar un aterrizaje de emergencia. Yo sugiero que continuemos hasta Barcelona, quizá desviarnos a Madrid (aeropuertos que considero mucho más preparados para una situación de emergencia o simplemente para que alguien nos revise el avión). Quizá algo llevada por los nervios, la comandante decide que nos quedamos en Alicante, no puede esperar a ver qué ocurre con el tren.
La conversación con Barcelona no tiene desperdicio, vete a saber. Nosotros somos el 715:
715: Barcelona buenas noches, el 715 en ascenso para FL120, VLC 3A, tenemos un problema con el tren de aterrizaje y solicitamos un vector por la izquierda para esperas sobre VILNA
ATC: 715 buenas noches, contacto radar, autorizados para FL180, directos Valencia
715: Barcelona, 715, ha escuchado usted lo que le acabo de decir?
ATC: eerrrr… negativo, repita por favor
715: Sí, el 715, tenemos un problema con el tren de aterrizaje y solicitamos esperas sobre VILNA
ATC: Entiendo requieren directos a VILNA?
715: Barcelona, el 715, afirma, tenemos un problema y solicitamos esperas sobre VILNA
ATC: 715, ummm, no le autorizaron para VLC 3A?
715: Barcelona, 715, negativo, tenemos un problema con el tren de aterrizaje y solicitamos desviarnos a Alicante con esperas sobre VILNA si fuera posible
ATC: copiado, ummm, directos a VILNA
Directos a VILNA, entramos en espera. Llamo a la sobrecargo para comunicarle lo ocurrido y nuestras intenciones de volver a Alicante. La comandante hace lo propio con los pasajeros, de forma tranquila, todo bien explicado, intentando que nadie se asuste. Acto seguido nos armamos de manuales intentando buscar una explicación a lo sucedido. Volvemos a discutir acerca de la coincidencia que supone tener dos fallos tan íntimamente relacionados. Quizá el tren de aterrizaje no estuviese centrado tras el despegue, quizá algo con una LGCIU (Landing Gear Control Interface Unit), BSCU (Brake and Steering Control Unit), quién sabe.
Sin nada más que poder hacer, revisamos los breakers y preparamos el avión para una nueva aproximación a Alicante. Durante la tercera vuelta en espera, a 220 nudos, bajamos la palanca del tren de aterrizaje. Ni el brusco acelerón de los motores para mantener la velocidad ni el ruido del tren de aterrizaje al bajar impiden que oigamos los aplausos de los pasajeros. No pensaba que pudiesen estar tan al tanto de la situación.
Pedimos vectores para un nuevo ILS y aterrizamos sin mayor novedad, curiosamente con el sistema de dirección de la rueda de morro funcionando a la perfección, gracias a lo cual conseguimos llegar al parking sin parecer un pato mareado. Esta vez la torre ha tenido la amabilidad de asignarnos el parking 4B, aislados del mundo (posiblemente por si damos problemas, que los demos bien lejos). En Operaciones de Alicante están al corriente de nuestra situación y nos esperan con las escaleras, una GPU, el coordinador y un par de mecánicos de Iberia. Ni rastro de jardineras, evitando dar ideas.
Los primeros minutos son bastante confusos. Aunque la comandante intenta explicar lo ocurrido, me toca a mí hacer de traductor entre unos y otros. Cada vez que me giro en mi asiento puedo ver a todos los pasajeros asomando las cabezas por el pasillo, todos en silencio, intentando escuchar cada palabra de lo que decimos, que realmente, por el momento, no es mucho.
Una mecánico de Iberia no parece entender nada. No cree que tenga que existir una conexión entre ambos fallos y nos pregunta si hemos detectado algún teléfono móvil encendido durante el despegue, explica que en Iberia han tenido ocasiones en que estos han interferido con alguna LGCIU, impidiendo que se pueda subir el tren de aterrizaje. Con respecto al fallo de la dirección de la rueda de morro al inicio del rodaje, volviéndose a guiar por su experiencia en Iberia, nos dice que puede tratarse de un exceso de grasa en varios conectores eléctricos del NWS (Nose Wheel Steering).
Aunque es cierto que, justo antes de despegar, nosotros mismos estábamos usando el teléfono móvil, nos resulta difícil creer que pueda tratarse de la causa del fallo (sobretodo después de otros cientos de vuelos en que nos vemos obligados a usar el móvil para una u otra cosa, por no hablar de aquellos pasajeros que se niegan a apagarlo). Otra llamada a los mecánicos de nuestra compañía, en nuestra base, nos deja claro que va a ser una noche larga y que de ahí no nos podemos ir hasta que hayamos aclarado y, si procede, arreglado, totalmente la causa de ambos fallos.
Encendemos la bomba eléctrica del sistema hidráulico amarillo e intentamos mover la rueda de morro en el suelo, tanto con el volante de dirección como con los pedales. En un principio no parece funcionar, la rueda permanece quieta y vuelve a saltar un Master Caution dejando claro que estamos en las mismas condiciones que en un principio. Otro de los mecánicos sube, resetea unos breakers y volvemos a probar. Esta vez funciona. Confuso. Nos percatamos de que el mensaje post vuelo con el que siempre nos despide la impresora del avión arroja algunos datos interesantes, quizá la causa de alguno de los fallos. Un test de la BSCU 1 arroja uno de ellos:
Módulo electro-hidráulico 6GC
Un módulo electro-hidráulico de dirección, en concreto el 6GC, o algo así, encargado de abrir el sistema hidráulico de un lado a otro, de acuerdo a las órdenes, eléctricas, que le llegan de cabina, para permitir que la rueda de morro gire.
Un par de esquemas (gracias, Javi):
Módulo electro-hidráulico 6GC
Éste segundo muestra las dos líneas de hidráulico que llegan a la rueda, siendo el módulo 6GC quién comanda en qué dirección de abren para girar la rueda en uno u otro sentido.
La imagen se puede ampliar:
Tarea NWS módulo electro-hidráulico 6GC
Suficiente tecnicismo como para que la comandante y yo nos perdamos, decidimos desembarcar al pasaje pasados treinta minutos y pedimos al coordinador que se les habilite una sala en el aeropuerto durante la espera. Sus maletas nos las quedamos a bordo. Yo aprovecho y bajo a repostar, por si acaso. El compañero del camión de combustible lleva ya 45 minutos esperando bajo la lluvia y lo menos que se merece son unas disculpas. Mientras hablo con él acerca de lo que nos ha pasado, desde la parte trasera del avión puedo apreciar con claridad cómo la rueda de morro del avión está bastante girada hacia la izquierda.
Nuevas llamadas a nuestra compañía, discusión con los mecánicos y pruebas de funcionamiento de la dirección. Parece ser que el hecho de que el módulo 6GC haya fallado, ha hecho posible, al ser ignoradas las órdenes que llegaban de cabina, que se le haya permitido al sistema hidráulico mantener la rueda del avión girada varios grados hacia la izquierda durante todo el rodaje y despegue (de ahí nuestros problemas para controlar el avión y la negativa del avión, al no estar la rueda de morro centrada, a permitir que ésta subiese). Ahora parece que hemos conseguido despegar un A321 con una rueda medio loca, pensando que nos pasaba algo mucho menos grave.
Desde nuestra base piden a los mecánicos de Iberia que realicen la tarea para ese fallo concreto. En Alicante nos comentan que cada avión es un mundo y que no pueden asegurar que la tarea que ellos tienen para sus aviones (que se limita a inspeccionar si existe corrosión o humedad en una válvula), será la misma que hay que aplicar en los nuestros. A pesar de ello, por si acaso, deciden intentar lo que dice la tarea, sin encontrar nada raro. Para nuestra sorpresa, nos comentan que lo siguiente sería cambiar una de las válvula del módulo 6GC (que habría que traer de Madrid, si es que allí les quedasen, tardando al menos un día).
Tarea NWS módulo electro-hidráulico 6GC
Mientras desde nuestra base intentan conseguir un hangar para nuestro avión y una solución por parte de Airbus, todo a la vez, la comandante se reúne con la tripulación de cabina para tomar café y explicarles, por primera vez, qué está ocurriendo y las muchas posibilidades que tenemos de pasar la noche en Alicante.
Yo sigo en contacto con los mecánicos de nuestra base, que nos mandan por fax la tarea específica para nuestro avión (que resulta ser la misma que ya teníamos). Los compañeros de Iberia, antes de abandonarnos por un A320 de su compañía al que le toca revisión, vuelven a inspeccionan las válvulas del módulo electro-hidráulico en busca de corrosión o humedad y realizan otra prueba a la BSCU. Esta vez no da ningún tipo de fallo. Ahora todo parece solucionado, quizá la desconexión y conexión de varias de las válvulas haya ayudado en algo, aunque ninguno nos fiamos.
Llevando ya unas tres horas en tierra (haciendo básicamente lo que he contado pero con grandes dificultades debido a la barrera idiomática existente entre nuestros mecánicos y los de Iberia), Airbus llama a nuestra base para dar una posible solución. Quieren que enganchemos una barra de pushback a la rueda de morro y, en parado, desconectando el NWS y con la bomba del hidráulica amarillo activada, intentemos mover la rueda de un lado a otro. Apenas falta una hora para que nos pasemos de actividad y tengamos que cancelar el vuelo por pura falta de descanso (a pesar de estar deseando volver de una vez), tenemos que darnos prisa.
Una vez conectamos la barra, la comandante baja por primera vez del avión, con paraguas de Mary Poppins incluido, para supervisar la operación (consiguiendo que la mayoría, después de tanto trabajo, nos sintamos un poco ofendidos al ver cómo intenta decirnos lo que tenemos que hacer, como si pretendiese ser la que va a arreglar el problema). Cuando llega la hora de mover la barra de un lado a otro, los mecánicos de Iberia se apartan unos metros (a la vez que recuerdan a cierto amigo al que la barra la partió por la mitad en Madrid haciendo un pushback), haciéndonos parar al resto para preguntarnos si realmente lo que hacemos es del todo seguro. Yo no comprendo qué diferencia puede haber entre hacer lo que hacemos y permanecer al lado de la barra durante un pushback normal (al margen de que estamos jugando con un sistema de dirección aparentemente roto). Tras algo de discusión, un par de compañeros de handling, cansados de mojarse y esperar, terminan haciendo girar la rueda del avión a ambos lados sin problemas. Arreglado.
Llamamos a nuestra base y nos dan autorización para operar el avión de vuelta a casa. Uno de los pocos detalles que tiene la comandante durante todo el día (aunque también en su propio interés), ocurre en ese momento, antes de dar permiso al coordinador para que empiece el embarque. Echamos unas cuentas rápidas y, al ver que acumularemos una actividad de hasta 15 horas, llama a control de tripulaciones para asegurarse de que mañana tenemos todos día libre… una de las mejores noticias que podríamos haber tenido a esas horas de la noche, aún con algunas horas por delante y con otro tanto de concentración que poner para que todo vaya como debe.
Durante el embarque esperamos ver a pasajeros escépticos, reticentes a montarse en el avión y repasándolo todo con la mirada por si pudiesen encontrar un solo tornillo fuera de lugar. En lugar de eso, lo que vemos son pasajeros completamente derrotados, guiados casi a ciegas de nuevo a sus asientos, sin nada que reprochar y sin temor alguno. Ni siquiera les han dado de comer.
Ponemos en marcha e iniciamos uno de los rodajes y despegues más difíciles que he hecho nunca. No porque la rueda de morro fallase, que afortunadamente no lo hacía (aunque al final nadie sabía por qué), sino por el cansancio acumulado, los esfuerzos hechos en Alicante para poner a todo el mundo de acuerdo y la poca ayuda que una noche cerrada y lluviosa aporta a un piloto.
Tras el despegue, al subir el tren, más aplausos y todos a dormir. Todos menos nosotros, que armados de Coca-Colas y decenas de revistas y periódicos aún teníamos bastante trabajo que hacer. El hecho de librar al día siguiente era algo que indudablemente hacía que todo hubiese merecido la pena, si bien no era nada en comparación con lo que supone tener una experiencia semejante que contar, otra más, a bordo de un avión comercial. No es algo común, realmente, a pesar de lo que digan, todos los días no son sino otro más, igual que el anterior. Quizá por eso piense que, con tal de no matarse, todo será aprender y merecerá la pena.
Actualización: Javi me envía desde el trabajo una foto del módulo 6GC donde se ve con mucha más claridad al responsable del fallo del avión en Alicante. Para los que no se orienten, la foto está tomada desde detrás de la pata de morro, mirando hacia delante (lo que se ve a la derecha es una de las luces de rodaje, la “Rwy Turn Off” del lado derecho, movida unos 45 grados con respecto a la dirección de avance). Aunque no es muy grande, no parece raro que sólo hubiese unidades disponibles en Madrid. Gracias Javi!!
Módulo electro-hidráulico 6GC fotografiado por Javi

¿Por qué a mí?


8 Enero 2008 - 15:09 UTC
Autor: CRJ Pilot Attempt - 
Cuando se vuela en línea se tiende a olvidar el sudor y el esfuerzo que ha costado llegar a donde se está.  Se tiende a automatizar procedimientos normales y checklists, casi hasta el punto de olvidarse de todas esas horas, esas sesiones que parecían eternas en la “Sala de las Torturas” que algunos llaman simulador.  Cuando llevas unas cuantas horas volando y todo es rutinario, a excepción, quizá, del destino al que te diriges, tiendes a priorizar entre cosas que hacer y cosas que son secundarias, no necesariamente ordenadas por importancia, pero que, antes o después, vuelven a fastidiarte el día.

¿Cuántas veces te han repetido eso de: “Debes estar siempre por delante del avión”, “No dejes que te coma la situación” y otras muchas cosas parecidas?  Pero es lo que tiene la rutina, uno se acostumbra, se relaja, deja de pensar que está ahí por lo que no está en el manual y entonces es cuando, en ascenso, a través de nivel de vuelo 150 oyes una voz que pregunta: 

“¿Qué velocidad máxima nos limita para utilizar el limpiaparabrisas?”

Y se desvanece ese estado de relax y confort que te había costado de encontrar, especialmente después de despertarte a las cuatro de la mañana para una ducha rápida, coger lo primero que te caiga entre las manos en el desayuno-buffet del hotel, que aún está preparando el staff, y salir corriendo con el resto de la tripulación al taxi que te llevará al aeropuerto para un vuelo que sale a las 6 de la mañana, desde un aeropuerto que ni conocías antes de volar a él, y con tal cantidad de pasajeros estimados que hacen que te preguntes por qué tu compañía tiene un vuelo a esta hora de la mañana, si no es sólo para fastidiarle a uno las horas de sueño.
Panel del First Officer del CRJ-200
Miniatura, haz click para aumentar
Y de nuevo esa voz que pregunta:

“¿Sabes la velocidad o mejor te pido un café antes?”

Entonces es cuando realmente te despiertas, miras a tu izquierda y piensas ¡¿qué habrás hecho de malo para que el Comandante Instructor con el que vuelas hoy te empiece a preguntar cosas a esta hora teniendo aún más de dos vuelos por delante?!

Le contesto; “220 KIAS”.  Silencio. Le miro y me está devolviendo la mirada fijamente con una sonrisa de oreja a oreja.  “¿Estás seguro?” me pregunta de nuevo y con cierto tono irónico.  “Sí, 220 KIAS, me lo preguntaron hace unos días y me lo confirmaron.  Así que no creo me esté equivocando, aunque ¡quizá sí esté tan dormido que no sabría diferenciar un café de un vaso de agua con barro!”

Nos reímos los dos.  El comandante me mira con cara de malo de dibujo animado y dice: “Vale, tienes razón, ya te pregunté mucho ayer y hoy es muy pronto, ya tendremos otros dos vuelos más tarde juntos, ya aprovecharé entonces…”.  En ese momento ya no sé con qué estaba soñando, ya vuelvo a estar despierto y sin nada que hacer.

Hoy el que vuela es el comandante, yo asisto, por tanto tengo que rellenar los datos de tiempo, combustible y chequeos en el plan de vuelo operacional.  Así que me planteo el rellenarlo, ya que no lo he hecho hasta ahora.  Cojo bolígrafo, carpeta, y escribo la hora de despegue… lo hago justo en ese instante en el que todos los planes del día se desvanecen al oírse en la cabina…

“¡Ding!”

Se enciende una luz amarilla enfrente de mis ojos.  Otra idéntica del lado del comandante y a la vez aparece un mensaje en el EICAS, también escrito en amarillo.

La primera reacción es pensar, ¿condiciones de engelamiento? ¿será el mensaje de hielo? Pero no hay nubes; no parece que haya calima ni humedad visible.  Miras rápidamente a la pantalla y ves que el mensaje es más largo del típico mensaje de “ICE”.  En ese preciso instante te das cuenta de que hoy no va a ser un día normal y rutinario.

Antes o después todos nos hacemos la pregunta “¿Por qué me está pasando esto a mí?  ¿Por qué hoy? ¿No le podía ocurrir a otro?”.  La respuesta, hoy, para mí, la tengo enfrente de mis ojos, una luz amarilla, parpadeante, y una campana que acaba de sonar.  “¡Te ha tocado a ti, aquí, hoy y ahora!”

Así que te centras, es una Master Caution, un mensaje que requiere urgencia y puede que requiera acción inmediata, pero que no afecta de forma substancial e inminente al vuelo.  Así que dejo la carpeta con el plan de vuelo operacional a un lado y, a la vez que aprieto la luz de Master Caution para cancelar la alarma, leo en voz alta al comandante: 

“¡No Starter Cutout Caution Message!”.

El mensaje aparece en el EICAS como NO STRTR CUTOUT, en color amarillo, y viene a querer decir que el sistema de arranque por sangrado de aire de uno de los dos motores sigue operativo aun con el motor en marcha y transcurrido un cierto tiempo desde que se inició el mismo.
Panel superior del CRJ-200
Miniatura, haz click para aumentar
Rápidamente piensas bajo qué condiciones se da este mensaje y, casi sin parpadear, vienen a la mente esas primeras sesiones de simulador de la habilitación, en las que tuviste problemas de arranque del motor.  Pero lo siguiente que viene a la memoria es… ¿por qué nos ocurre esto al pasar nivel de vuelo 180 si es un mensaje que debería encenderse a los 30 segundos de haber arrancado el motor? “Algo no cuadra en esta situación y esto me está empezando a no gustar nada” – pienso para mí mismo.

A la vez que reflexiono, el comandante confirma el mensaje y aprieta el botón de apagar el Starter, que es un Memory Item cuando se está en el suelo, y me pregunta extrañado lo que yo a la vez estoy pensando: “¿Te has fijado si el Starter se había apagado durante el arrancado de motor?”.  A lo que respondo que sí, chequeando de reojo que no tenga el cronometro aún encendido y que realmente me haya olvidado algún paso.  Veo que está reseteado; no me he saltado ningún paso, algo ha fallado y vamos a tener que trabajar más de lo habitual.

El siguiente paso es para el piloto que vuela, tiene que pedir la lista anormal (por ser un mensaje amarillo), del problema en cuestión.  A lo que el comandante me dice: “Abnormal Checklist – No Starter Cutout Message” se toma una pausa, como midiendo sus palabras, y concluye “¿In flight?”.  Nos cruzamos las miradas extrañados, como preguntándonos si esa lista en particular existe o si no puede estar ocurriendo.  Cojo el QRH o Quick Reference Handbook, que es donde aparecen todas las listas de chequeo a realizar en caso de cualquier emergencia o que difiera de la operación normal.  Voy a la sección de anormalidades, apartado de motores, y una rápida lectura del índice me confirma que todos los problemas de arranque del motor están al final del apartado.  Así que salto a la última página y voy pasando hojas hasta toparme con el titulo: “NO STRTR CUTOUT”.
Abnormal Checklist NO STRTR CUTOUT CRJ200
Miniatura, haz click para aumentar
Como el comandante había pedido, me voy al subapartado de “en vuelo”, confirmándole mismamente que éste sí existe; empiezo a leer.  El primer paso ya lo hemos hecho de memoria; lo confirmo con el comandante.  Lo prueba de nuevo.  Miramos la pantalla: No hay cambios.  El siguiente paso.  Leo: “Ignition Continuous, OFF”, miro el panel, la luz está apagada, miro la lista de mensajes, no parece que tengamos la ignición continua encendida, así que al siguiente paso. Leo de nuevo y me fijo en el detalle de que requiere sacar un Circuit Breaker, así que se lo digo al comandante, leo el número y confirmo que es el motor derecho el que tiene el Starter encendido.  Le pido que me confirme que el Breaker que he de estirar está en el panel 1 (situado detrás suyo) en la fila M y la columna 4.  Pero justo en ese instante desaparece el mensaje del EICAS, nos miramos extrañados, y habiendo desaparecido el mensaje discutimos si completar la lista de chequeo o no.

No tenemos tiempo de decidir nada.  Ya ha vuelto a aparecer el susodicho mensaje, cancelamos la luz nuevamente, y vuelvo a la lectura: “1M4”, saco el Breaker.  Parece que desaparece el mensaje. “¡Bien! ¡Solucionado el problema! Continuemos con la vida normal” pienso para mí.  Nos miramos nuevamente y parece que piensa igual que yo, levanto de nuevo el libro para leer si pone algún otro paso y veo que he completado la lista.  De paso, echo una ojeada a lo que pone en caso que el mensaje hubiese persistido y, justo cuando estoy mirando el paso 5 “Aterrizar en el aeropuerto apropiado más cercano”, vuelvo a oír la campanita:

“¡Ding!”

Otra vez un Master Caution… ¡Otra vez el mismo mensaje!  Así que continúo leyendo la lista, esta vez a viva voz y confirmando con el comandante.  Otro Breaker, éste de mi lado, me desabrocho el cinturón, muevo el asiento y lo saco.  Me giro y, a la vez que vuelvo a ponerme el cinturón y ajustar el asiento, chequeo si el mensaje aún persiste.  Parece que ha desaparecido de nuevo… pero no tengo más que pensarlo, que vuelve a iluminarse la Master Caution.  “¡Hoy no es mi día!” pienso para mis entrañas.

Y llegamos al punto 5, le digo al comandante: “No te va a gustar ni un pelo, pero a mí menos.  Escoge donde quieres aterrizar, porque pone aquí que hemos de buscar un aeropuerto, ¡y ya!”

Sin dudarlo, me transfiere los controles y la radio, me pide el QRH, y mientras pienso que sería buena idea nivelar, me dice que le pida a ATC para mantener nivel de vuelo 250 al alcanzar, por problemas técnicos.  Hago lo que me dice, y como es normal, ATC pregunta cuál es la naturaleza del problema.  Le explico rápidamente y dice que no hay inconveniente.  Mientras tanto el comandante se ha leído la lista un par de veces y está mirando el FMS para ver dónde estamos.

Me pide que copie información meteorológica de Copenhague y, en menos de un minuto, está informando a la sobrecargo que no llegaremos a destino, que interrumpan el servicio a los pasajeros, ya que en menos de 10 minutos estimamos aterrizar en el alternativo.

Para cuando termina de explicarle la situación a la sobrecargo yo tengo la meteorología para Copenhaguen y he empezado a informar a ATC de la situación, a lo que me indica el comandante que le pida descenso y que procedemos al alternativo.  Asiento con la cabeza y le comunico las intenciones a ATC, que muy amablemente nos ofrece vectores radar para hacer un giro de 270º y posicionarnos en final de la pista activa en Copenhague a la vez que descendemos.

En 5 minutos estamos a punto de virar a final con la cabina preparada, las listas normales completadas y pensando en qué consecuencias puede tener nuestro problema para el motor o el avión.  Pero no tenemos tiempo de preocuparnos de nada más, porque ATC empieza a preguntar detalles del problema, pasajeros a bordo, matricula de la aeronave y si llevamos algún tipo de mercancía peligrosa a bordo.  Le damos toda la información que quiere y para cuando nos damos cuenta estamos establecidos en el ILS de la pista 22 izquierda.

Completamos todas las listas antes de lo habitual, chequeamos todo dos veces y, mientras estamos sobrevolando la cabecera, nos fijamos en dos gaviotas que pasan rozando el fuselaje por el lado izquierdo del avión.  Esperamos en silencio unos segundos y, confirmando que no hemos oído ningún golpe ni tenemos indicaciones de un impacto, aterrizamos normalmente en la pista 22L, con los bomberos esperando cerca de la salida de pista, por si las moscas.

Solicitamos operación normal y nos asignan un parking remoto para ir a aparcar el avión, a la vez que nos informan desde la compañía que ya están en camino los de mantenimiento y la coordinadora para organizarnos el resto de la estancia.

Llegamos al parking.  Apagamos todo.  Mientras llega mantenimiento nos ponemos a mirar si recolocamos a los pasajeros en otros vuelos; coordinamos con la compañía lo que hacer y nos dicen que se vayan también las azafatas con nuestro siguiente vuelo desde Copenhague, que yo y el comandante nos quedamos con el avión y el equipo de mantenimiento, ya que si lo podemos solucionar rápido volveremos en vuelo ferry para la base nosotros mismos.

Desde este momento todo vuelve a la “normalidad”.  Esos momentos de tensión, en los que notas como si algo frío te recorriera la espina dorsal.  La adrenalina recorriendo tu cuerpo una y otra vez.  Ese sudor frío que notas en las manos.  Todo ha pasado.  Ahora sólo queda esperar a ver qué le ha ocurrido al avión.

Aquí es cuando te empiezas a preguntar si podrías haber previsto lo que ha pasado, si podrías haber hecho algo para corregirlo.  ¿Ha sido culpa tuya?  Afortunadamente llegan los chicos de mantenimiento.Dos técnicos de Cimber. Así que te pones las pilas y vuelves al trabajo, a explicar todo lo ocurrido, lo que hemos visto, lo que sabemos del estado del avión. Mientras, te reaseguras de haber hecho lo correcto, que has sabido actuar con calma y sangre fría, te das realmente cuenta de para qué sirve el sufrir tantos días en el simulador durante la habilitación.

Tras un buen rato intentando buscar posibles causas a nuestro problema, con el capó del motor abierto y medio panel superior desmontado en cabina; después de muchas llamadas de coordinación, envío de piezas y tras un total de 10 horas sentados en el avión, nos avisan desde la compañía que se lo dejemos a mantenimiento de Cimber, que vienen nuestros chicos con el siguiente vuelo para encargarse de él y que cojamos el primer vuelo disponible para volver a casa, que no quieren que nos pasemos de actividad. Ésta, claro, es otra historia y todo tiene un tiempo para contarse.

El Simulador


El Simulador

6 Diciembre 2007 - 0:11 UTC
El sueño es infinito, apabullante, espectacular; digno de recordar.
Son las siete y media de la mañana hora peninsular y acabamos de alcanzar nuestro nivel de crucero de 34,000 pies. Hemos despegado hace más o menos 35 minutos del aeropuerto de Gando en Gran Canaria y volamos, por fin, hacia Madrid. Es el sexto día de línea y los dos tenemos muchas ganas de llegar a casa porque han sido seis días espantosos. Cuando lleguemos a Madrid sólo tenemos que ir a Palma y volver, y a disfrutar de un día libre. No está mal.
Haber despegado a eso de las siete de la mañana significa que hemos firmado a las seis, a las cinco y media nos han recogido del hotel y en mi caso, a las cinco menos cuarto de la mañana sonaba el despertador. Si todo eso lo ponemos en hora canaria, asusta.
Ahora mismo hemos pasado con control Casablanca. Los motores se han ido al N1 de crucero, de más o menos el 85%, mantenemos una velocidad de Mach 0.79 y todo ello junto al ruido del impacto del aire contra el morro del avión y el sonido de los “recirculation fans” hacen que a estas horas de la mañana más que un ruido lo que percibas sea un arrullo en la pequeña y apañada cabina del 737-800. El sol ya ha salido con ímpetu por el este, y está dando de pleno por mi lado justo a esa altura a la que no lo puedes parar de ninguna forma. Hay algunos aviones de la flota que llevan cortinillas ahumadas en las ventanas como los Airbus, y eso, junto con el botón del PTT de la radio en el panel frontal, es uno de los mejores inventos que se hayan podido desarrollar después de la rueda. Pero este avión no lleva, así que hay que ingeniárselas de alguna manera. La primera y más lógica es poner los parasoles. Estos son de plástico rígido, y se enganchan en unos railes que hay sobre las ventanas frontales y laterales. Pero no valen porque no cubren la ventana al completo, y el sol aún no ha subido lo suficiente. Lo que no puede ser, a pesar de la belleza de un día despejado y soleado como el de hoy, es seguir sometidos a esta tortura china. Cojo la cheklist y la intento enganchar en el marco de la ventana, no hay suerte. Comenzamos entonces a deshojar un periódico por las páginas centrales. Si frotas la hoja de un periódico contra la ventana normalmente se queda pegada a ella por la electricidad estática con las que la cargas, pero tampoco hay suerte. A grandes males grandes remedios. Llega la hora de coger una manta de las que se dan en bussines y montar la tienda de campaña. Atado un extremo en el asa de la ventana frontal y otro extremo en el carril de la ventana que hay más atrás de la lateral, no hay más que fijar la manta por su parte inferior con un manual Jeppesen y unas cuantas hojas en el porta fichas de la ventana lateral. Me había estado asando hasta entonces, y yo sin darme cuenta.
Es habitual que antes de comenzar a dar el servicio al pasaje el o la sobrecargo le ofrezcan algo a los tripulantes técnicos. Es habitual, salvo hoy. Precisamente hoy que necesitas un café como si tu vida dependiera de ello. Y todo porque hoy nos ha tocado volar con una de esas jefas que cree que los pilotos son “el enemigo”. Es una excepción en la compañía, pero qué le vamos a hacer. Habrá que aplicar el CRM a tope.
Como quien no quiere la cosa ya hemos dejado por la derecha Casablanca. Eso significa que estamos a mitad de camino entre Canarias y la península. De repente un potente viento en cola hace acto de aparición. Llevaba cruzado todo el camino, pero ahora se ha puesto a favor, con lo que a los 480 nudos de TAS que llevamos debemos sumarle unos 90 de viento. Miro el Navigation Display y la GS asciende a 560 nudos. Por lo menos alguien nos ayuda a llegar antes. Aunque nunca se sabe qué es mejor, porque en un aeropuerto “internacional” como el de Barajas es tan malo llegar pronto como tarde , sobre todo antes de que abrieran la T4, porque significa que no tendrás tu puesto de aparcamiento en la terminal y te pondrán en algún remoto alejado de todo y todos; y que los medios de tu compañía, cosas como las jardineras, equipos, maleteros y demás, estarán trabajando en otros vuelos y no vendrán a ti hasta que estén libres.
Suena el timbre de cabina. Preguntamos por el interfono y nos contesta una voz amable y algo forzada: “vuestro desayuno”. Está bien. Llevamos una hora y algo de vuelo y estamos a punto de salir del control Casablanca y llamar a Sevilla y por fin vamos a tomarnos un café. Miro al capi y él me mira a mi, con las miradas nos lo decimos todo, y al mismo tiempo decidimos no echar leña al fuego porque nos jugamos que nos contesten mal, y no apetece nada a estas horas de la mañana. Giro el conmutador del cerrojo de la puerta y se abre con un chasquido. La jefa entra sonriente con ambas bandejas y por supuesto le da al capi la suya y después a mí la mía. Miro la bandeja y veo un “cruasán”, una tarrina de mermelada de fresa, un dadito de mantequilla, un “yogur” natural y un café hecho de la forma rápida. No necesito más, sólo quiero el café. Oigo al capi que con un tono de cierta sorna que yo identifico claramente pero la jefa no, le pregunta: “¿Está el pasaje agusto?”. Ella responde diciendo “¿Cuánto nos falta para llegar?”.

Las jefas tienen hecho el curso de la página de progress del FMC. Si ella ha preguntado eso es porque después de haber estirado el cuello estratégicamente no ha conseguido ver la estimada a LEMD en ningún lado. Es normal porque yo llevo la página de LEGS y el capi la de NAV DATA. Después de conseguir su “ansiado” dato sale triunfal de cabina. A nosotros ya nos da todo igual, nos estamos tomando un café (y qué café, Dios mío). Miro la bandeja y me animo a comer algo, porque ya he perdido la cuenta de cuándo fue la última vez que comí. Abro el “cruasán” por la mitad y descubro que está más seco que la pata de palo del Capitán Garfio, lo que no me sorprende en absoluto. Da igual, tengo hambre. Mientras estoy untando la mermelada en el bollo nos llama Casablanca y nos pide que llamemos a Sevilla. Contesto con el cuchillo lleno de mermelada en una mano, el micrófono en la otra y el capi tiene a bien cambiarme la frecuencia. Sevilla nos manda directos a Toledo, y nosotros lo agradecemos con un leve suspiro.
Vuelve a llamar la jefa. “Chicos, en la cabina trasera hace poco de frío”. Ajusto levemente la temperatura mientras con un ojo miro a mi “cruasán” que con el hambre que me ha entrado ya me parece una pieza de delicada repostería francesa. Echo un vistazo a la página de progress del FMC. Nos quedan menos de treinta minutos para llegar y el descenso comenzará en breve, miro el Navigation Display y veo que estamos dejando Sevilla por nuestra derecha. Quito la manta de mi lado, porque el sol ya ha subido algo más y con los parasoles será suficiente, y ahí está Sevilla, justo donde debería estar. Cojo el “cruasán” con la mano derecha a la vez que sostengo el café (que ya está frío) con la mano izquierda, y mientras lo dirijo a mi boca para comenzar a desayunar suena de nuevo la campana de llamada de cabina. “¡Y ahora que **** quiere!”. Al otro lado del interfono suena la voz de la jefa.
Ya no suena tan altiva y auto suficiente: “Le está dando un infarto a un pasajero”…
Noto como se me abren los ojos. “No puede ser”. Como un autómata le pido que me lo repita. “Le está dando un infaro a un pasajero”. El capi lo está oyendo, porque mi altavoz está activado, y me mira con la misma cara de asombro y perplejidad. Le abro la puerta de inmediato. La jefa entra, visiblemente apurada, y nos informa:
“Un pasajero de la fila siete me ha cogido por el brazo mientras estaba yendo al galley trasero. Me ha dicho que es cardiópata, que ya ha sufrido dos infartos y que está sintiendo de nuevo los síntomas. Que le está dando un infarto, que lo sabe. Le he tomado el pulso y es irregular. He buscado un médico y de inmediato ha salido uno que estaba en la fila ocho y lo estaba escuchando todo. Es un ginecólogo. Lo hemos llevado a la fila uno que está vacía y lo hemos tumbado. Ya le hemos puesto oxígeno y ahora el médico lo está examinando, ya tiene el medical kit para cuando lo necesite… ahora os digo más cosas.”
Nos miramos el capi y yo y le damos las gracias. Le pedimos que a partir de ese momento los informes sean por el interfono y la puerta permanezca cerrada. Súbitamente, toda la relajación del vuelo se transforma en una desorbitada activación mental. Según sale la jefa de cabina la pregunta se formula por fin en voz alta: “¿Sevilla o Madrid?”. Sevilla lo hemos pasado hace menos de diez minutos, pero Madrid está a poco más de 20 de vuelo, siempre y cuando ATC nos trate como nos debería tratarnos. Además estamos a 36,000 pies. Entre que descendemos a Sevilla y seguimos a Madrid los tiempos se igualan. En ese momento Sevilla nos pasa con Madrid, y la decisión ya está clara.
La jefa nos llama: “Confirmado, es un infarto. El médico le ha administrado Cafenitrina del medical kit y está con oxígeno. Está estable pero tiene que llegar lo antes posible al suelo”.
El capi y yo hablamos por unos breves instantes: “Vámonos a Madrid, y hacemos todo lo que podamos para llegar lo antes posible”. No hay nada más que decir.
Mientras pongo mi “cruasán” en la bandeja y esta a su vez sobre el panel llamo a Madrid:
Avion: “Madrid, XXX9601”

ATC: “Adelante”

A: “XXX9601 declaramos emergencia médica, tenemos un pasajero abordo con un infarto y requerimos prioridad en el descenso y la aproximación a Madrid, a la llegada requerimos un puesto de estacionamiento lo más cerca posible de la pista 33L y atención médica para el pasajero. Nosotros coordinaremos con nuestra compañía el handling”

ATC: “XXX9601… eeehh.. ¿me repite?”
jo*** ya empezamos
A: “XXX9601 declaramos emergencia médica, tenemos un pasajero abordo con un infarto y requerimos prioridad en el descenso y la aproximación a Madrid, a la llegada requerimos un puesto de estacionamiento lo más cerca posible de la pista 33L y atención médica para el pasajero. Nosotros coordinaremos con nuestra compañía el handling”
ATC: “XXX9601 recibido. Descenso a discrección para nivel uno cuatro cero, siga volando a Toledo y le aviso en breve”
Bueno, parece que sólo era el shock inicial
El capi es el Pilot Flying así que mientras se prepara su aproximación, llamo a operaciones de la compañía:
Avión: “Operaciones Madrid del EC-XXX”

Operaciones: “Adelante XXX”

A: “Tenemos un pasajero con infarto a bordo. Ahora mismo estimamos tomar a las cero nueve uno cinco, pero quitadle cinco o diez minutos porque nos van a dar prioridad. Hemos pedido UVI al ATC, pero coordinadlo vosotros con ellos. Hemos pedido también un parking cerca de la pista. A la llegada mandad al parking que nos asignen escaleras, jardineras y todo el equipo.”
O: “XXX, copiado todo. Hablamos con ATC”

A: “Gracias, os llamo en diez minutos con una estimada buena”
Como si me hubieran visto por un agujerito, en cuanto me pongo a atender a ATC, éste nos llama. El capi ya ha empezado a bajar en Vertical Speed y ha puesto Mach 0.81. Volamos aún viento en cola y nuestra Ground Speed es de 585 nudos.
ATC: “XXX9601 Madrid”

A: “Adelante”
ATC: “Coordinada su emergencia médica. Será número uno sin demora. Me pregunta aproximación que si interceptar en la milla ocho del ILS le va bien”
Miro al capi y está asintiendo con la cabeza.
A: “La milla ocho está perfecto, 9601”
ATC: “En ese caso ponga rumbo 045º a la milla ocho, XXX9601, velocidad a discrección del piloto y descenso a 5000 pies, QNH 1023, a discrección también”
Alucinante… Ni en los mejores sueños…
A: “Rumbo 045º a la milla ocho, 5000 pies 1023 y velocidad a discrección XXX9601, muchas gracias”
Preparar la aproximación a Madrid, cuando es un aeropuerto en el que operas 35 veces al mes, no es difícil. El briefing que da el capi se resume a la operación no normal que estamos haciendo, a las frecuencias de las ayudas y a los mínimos, así como a indicar que la frustrada está lista para ser volada en el FMC, aunque ya nos la sabemos los dos. Yo ya me he puesto los mínimos y cojo el ATIS. Hace un fantástico día de primavera en Madrid, y está todo absolutamente despejado.
Llamamos a la jefa. Nos dice que el pasajero sigue de momento estable, con pulso irregular. El médico dice que darle el vasodilatador tan rápido, probablemente, le haya salvado la vida. Pero sigue teniendo que llegar a un hospital lo antes posible.
Vuelvo a llamar a operaciones, porque ya tenemos una estimada buena.
A: “Operaciones del XXX”
O: “Adelante”
A: “Nueva estimada cero nueve cero siete, seguimos requiriendo los mismos servicios a la llegada”
O: “Recibido, todo coordinado, os vemos en tierra”
¿Será posible que esté todo realmente coordinado? En operación normal no suele pasar ¿Por qué iba a ser diferente ahora?
Hay poco más que hacer. La aproximación está preparada, volamos directos a la milla ocho con una buena senda de descenso y a toda pastilla. En el TCAS vemos como vamos pasando tráficos a derecha e izquierda. ATC está coordinado y operaciones también, el ATIS está cogido. Dediquémonos a volar.
Nos pasan con aproximación. Nos ofrece la milla seis, y la aceptamos. Tenemos margen para quitarle al avión, que ahora mismo vuela a 10,000 pies y 280 nudos (reduciendo a 250) toda la energía que le sobra. En la milla ocho comenzamos a ensuciar el avión, y el capi se hace una aproximación de baja resistencia (low drag approach) digna de ser grabada. Ponemos las ruedas en el suelo suavemente a las 0905 hora local, después de un vuelo de Gran Canaria a Madrid de dos horas y seis minutos. Todo un récord. La torre nos pasa con rodadura y esta nos confirma que nuestro parking es el 5, nada más salir de la pista enfrente. Cuando estamos metiendo el avión en el parking vemos todos los equipos de tierra necesarios y una UVI Móvil del SAMUR acompañada de un señalero esperando con toda la fiesta de luces encendida.
Paramos los motores y de inmediato una escalera se acopla a L1. La jefa abre la puerta y como si de una serie americana se tratara suben corriendo por la escalera el médico del SAMUR que ronda los 45 años acompañado por una enfermera de pelo castaño largo que desprende una belleza natural que no pasa desapercibida. Ella es quien porta todo el equipo. En sus manos distingo un maletín con todos los instrumentos de primeros auxilios y otro lleno de cables que intuyo es un desfibrilador portátil. Me levanto y me quedo en la puerta de la cabina, desde donde tengo una buena visión de la fila uno sin entorpecer a los miembros del servicio de emergecias.
De repente me invade una sensación de desazón. ¿Habremos hecho todo lo posible? ¿Morirá ese hombre? ¿Podríamos haber hecho algo más? Hemos tomado todas las decisiones que estaban en nuestra mano tomar. La única duda estaba en haber elegido Sevilla en vez de Madrid. Pero con un rápido cálculo mental lo desecho de inmediato. Ahora ya no depende de nosotros, sino de ellos. Los informes que nos había dado el médico a través de la jefa de cabina no eran nada halagüeños, por lo que yo estoy predispuesto a encontrar un señor muriéndose a bordo de nuestro avión, con un infarto que si bien aliviado, no ha sido suficientemente atendido en la última media hora por la imposibilidad de hacerlo abordo. Según dicen en sus campañas de divulgación pública los servicios de emergencia, los primeros 5 minutos de atención a una persona infartada pueden suponer la diferencia entre vivir o morir. La desazón me invade aún más. Un avión no es el sitio adecuado para que te dé un infarto. No lo es. Y eso es una cuestión de suerte más que otra cosa.
Veo al médico del SAMUR abalanzarse literalmente sobre el enfermo, mientras la joven enfermera con una presteza digna de admirar arroja sus bártulos a un lado, a la distancia justa para que ni molesten ni estén fuera de su alcance. El médico comienza a desabotonar la camisa del hombre, la enfermera ya ha sacado un monitor de constantes vitales portátil del segundo maletín, y lo está instalando en sus muñecas. El médico, ya con su área de operación descubierta, hunde su estetoscopio contra los puntos clave del pecho del paciente y escucha. Cambia la posición del estetoscopio y vuelve a escuchar. Mientras tanto, el monitor ya está funcionando. Se escucha el característico “bip” de las series de médicos, con cierto ritmo y acompasamiento. “Eso no puede ser malo”, pienso para mi.
“Ahora es cuando a voz en grito el médico pide adrenalina, o que cargue el desfibrilador a 300, o epinefrina, o comienza la maniobra de RCP, o algo similar” sigo pensando para mi.
Pero lo que ocurre es que la enfermera mira al médico. En su gesto se la aprecia contrariada y extrañada. El paciente sigue tendido en la fila uno del avión, consciente pero con los ojos cerrados, y en absoluto silencio. El médico separa su estetoscopio del pecho del paciente, y su gesto cambia, aún no sé muy bien hacia qué estado de ánimo. Le mira a la cara. Vuelve a mirarle a la cara. “No entiendo nada”.
Entonces es cuando el médico, sin mediar más atención sanitaria, dice: “Bueno Don Herminio, ya está usted en Madrid. Ande, levántese y venga con nosotros, que le llevamos fuera del aeropuerto”.
Yo me quedo perplejo. Aún no entiendo nada. Miro a la jefa y veo que está igual que yo. El capi está levantado detrás de mi y tampoco entiende nada. Pero la enfermera lo ha debido entender a la primera, porque con la precisión de un autómata ha retirado el monitor de constantes al paciente (ahora me entero de que se llama Herminio) y ya lo está guardando en el compartimiento del maletín de donde salió.
Don Herminio se levanta, algo aturdido, se termina de abotonar la camisa y sin tan siquiera decir “Buenos días” sale del avión por su propio pie junto a la enfermera de camino a la UVI del SAMUR que hay esperando a pie de avión. Ningún miembro de la tripulación hemos entendido aún lo que está pasando. Aún así, algo me dice que a los demás les está pasando como a mi: La desazón y la preocupación están tornándose sin prisa pero sin pausa en indignación e irritación. Algo me dice que nos han tomado el pelo.
El médico termina de recoger el material desechado en su corta pero estelar intervención y nos pide pasar a cabina para apuntar nuestros nombres de manera que pueda redactar su informe, mientras que el capi da la orden de desembarcar el avión. Nadie tiene que esperar ni un minuto más abordo.
Pasamos a cabina el capi, el médico del SAMUR, el ginecólogo que atendió al enfermo de primeros auxilios y yo, y nos explica, sin perder de vista nuestras claramente apreciables caras de sorpresa, que hemos sido víctimas de un “simulador”. Así llaman en los círculos sanitarios a aquellas personas que simulan un infarto para recibir el preciado vasodilatador, debido a su drogodependencia de esa sustancia. Si lo hacen en un hospital saben que no van a conseguir más que les manden a casa. Por eso lo hacen en aviones, sabedores de que normalmente hay algún médico abordo que carente de los medios necesarios para comprobar el inminente infarto que ellos “simulan” de maravilla, como medida preventiva, lo primero que hacen es administrarles el único medicamento que hay abordo contra esa cardiopatía, y que ellos desean tanto. Mientras nosotros nos ponemos de color verde, presos de la rabia e indignación y decidimos hacer un buen informe al respecto, el ginecólogo se pone de color rojo Ferrari, avergonzado quizá por haber caído en la trampa. El médico del SAMUR le tranquiliza. Es la quinta vez que recogen a Don Herminio en Barajas en lo que va de mes, y no había manera de contrastar lo que a todas luces era real.
Así que… pasaje a Palma.
Con el paso del tiempo supimos que Don Herminio había simulado la misma maniobra en varios vuelos de varias compañías españolas. De hecho no creo que ese fuera su nombre. Su aparición aquella mañana de abril en nuestro vuelo realmente no supuso perjuicio para la operación, si acaso nos hizo entrenar a todos la emergencia médica, y a mi me dejó sin desayunar. Pero ¿Y si nos hubiéramos ido a Sevilla? ¿Y si lo hace un poco antes y sin dudarlo nos metemos en Casablanca? Lo malo de todo esto es que aún a pesar de haber sido declarado persona “non grata” en nuestra compañía y en otras, seguramente siga volando y, seguramente, siga “simulando”. Como en el cuento de Pedro y el Lobo, al final el lobo vendrá, y nadie hará caso al pobre Pedrito, solo que esa vez, seguramente, sea un inocente el que pague por los abusos de un ser desaprensivo y desconsiderado como Don Herminio.