La historia en cuestión atribuye tan macabro hallazgo a la ingestión accidental del desafortunado buceador por uno de los populares «botijos» que luego lo habría soltado sobre el fuego junto con su carga de agua.
Pero eso es básicamente imposible, pues las dos tomas de agua de los hidroaviones que equipan el 43 Grupo de las Fuerzas Aéreas y muchas otras unidades similares por todo el mundo son demasiado pequeñas como para que quepa tan siquiera un niño.
La imagen de arriba se corresponde de hecho a una de las tomas de un Canadair CL-415, de los que el 43 Grupo tiene tres, y las de los otros catorce CL-215 son prácticamente iguales.
Fíjate en el tamaño de la mano que se ve en la foto. Sería incluso complicado que entraran peces por ahí.
Así que va a resultar que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.
(Un comentario en privado de José Luis Maquieira me animó a escribir esta anotación).
Actualización sobre helicópteros: en el caso del uso de un «bambi» cabría suponer que un buzo se puede colar por la parte de arriba, pero las estructuras de estas bolsas y las correas que las sujetan al helicóptero no dejan espacio para que pase una persona; aún en el caso de los bambis más grandes el diámetro del anillo superior no pasa de los 30 centímetros.
Y en el caso de que quedara enganchada por fuera de la bolsa, su peso sería notado sin duda por el piloto del helicóptero, ya que se cargan las bolsas casi al límite de la capacidad del helicóptero para aprovechar al máximo los viajes, y por otra parte sería fácil verlo.
En cuanto a los helicópteros que llevan un depósito que se carga con una manguera, esta no tiene más que unos 5 ó 10 centímetros de diámetro, y aunque la fuerza de succión podría sujetar a un buzo en un momento dado en cuanto se desconectara la bomba al ir a elevarse este quedaría libre.
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